Comer para alimentarse, una experiencia extrasensorial

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A veces cuesta diferenciar entre si somos lo que comemos o comemos lo que somos. Es decir, comemos para nutrirnos y alimentarnos o comemos por el hecho de comer, si más. Nos gusta algo y no lo metemos en el cuerpo sin pensar mucho en si es necesario o no. La gastronomía no riñe con llevar a cabo una buena alimentación. Al contrario, si hacemos que los alimentos sean apetecibles a la vista, el olfato y el gusto (si, por este orden), comeremos mejor y con más ganas.

Lo que se nos olvida con frecuencia es que el organismo es una máquina que requiere de un mantenimiento. En este sentido los nutrientes que obtenemos de la alimentación son esenciales. La mejor manera de evitar enfermedades, carencias y todo tipo de problemas físicos y psíquicos, pasa por llevar una alimentación variada y equilibrada. Esto no quiere decir exenta de caprichos. A nadie le amarga un dulce. Así que basta con llevar una rutina nutricional adecuada para que darse un homenaje no derive en problemas de salud. No es lo mismo darse un capricho puntualmente que vivir de esos alimentos que, generalmente no aportan mucho a nivel nutricional.

En los últimos tiempos está en auge una tendencia alimentaria que se basa en la alimentación consciente. El fervor de esta corriente es tal que son muchos los restaurantes que ofrecen experiencias gastronómicas sensoriales con una base nutricional adecuada, enfocada en nutrir a los sentidos y el organismo. Adentrarse en la cultura gastronómica de otros países como sucede en Pelican Restaurant puede suponer un deleite para los sentidos, vista, olfato y gusto, sin perder de vista los aspectos nutricionales. Aunque en este sentido, el comensal es quien tiene que decantarse por los platos más adecuados a sus necesidades particulares. No todos tenemos las mismas ni en el mismo momento. De ahí, la importancia de la alimentación consciente.

Instinto vs costumbre

Comer al mismo tiempo que se trabaja, se revisa el correo o se contestan los Whatsapps; picotear a deshoras mientras se mantiene una conversación telefónica y se está distraído viendo videos en internet, es algo habitual. Tan habitual que se ha convertido en una costumbre nefasta a la hora de alimentarnos. Estos malos hábitos que tenemos por “normales” aunque siempre se nos haya dicho que en la mesa no se ve la tele o, ahora, se mandan mensajes por teléfono, son la tónica de cada día en prácticamente cualquier persona.

El mindful eating, como movimiento nutricional y alimentario, pretender revertir estas costumbres y acercarnos a la nutrición más instintiva. De hecho, el término viene a decir atención al comer, o lo que es lo mismo prestar atención a lo que se come. Semejante al mindfulness pero en términos alimentarios. La razón es bastante sencilla aunque no parezca evidente: si comemos en modo piloto automático, ensimismados y perdidos en nuestros pensamientos, lo que hacemos es dejar de prestar atención a lo que estamos haciendo, en este caso, comer. El cuerpo emite señales de hambre y saciedad bastante claras, pero no prestamos atención suficiente a las mismas. Sobre todo, a la de saciedad. Nos encanta comer y si es “guarreo” mejor.

La cuestión es que hay que comer cuando se siente hambre y dejar de hacerlo cuando se siente saciedad. Es decir, cuando estamos llenos. Como nos cuesta entender y atender a ese mecanismo de regulación natural del que disponemos, comemos en modo inconsciente y distraído. Esto que parece muy normal, pasa factura. Las consecuencias de este modo de alimentarse se producen tanto a nivel físico como psicológico y, como todos sabemos, no es fácil que desaparezcan esas indeseables consecuencias.

Si hablamos de los aspectos fisiológicos, una mala alimentación supone una puerta de entrada a un amplio y variado abanico de enfermedades crónicas no transmisibles como pueden ser el sobrepeso y la obesidad. Patologías como la hipertensión, enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo dos, cáncer y un largo etc. aparecen en gran medida a consecuencia de una mala alimentación. No en si por comer determinados alimentos, sino más bien por no darle al organismo lo que necesita, cayendo en excesos o deficiencias.

En lo que a la psique respecta, esta actitud favorece que se produzcan ciertos tipos de trastornos de la conducta alimentaria, los cuales, ha vuelto a sufrir un despunte en los últimos años.

Sabiendo esto de antemano, no es de extrañar que cada vez existan más movimientos que apoyen la alimentación consciente. El mindful eating, propone es su base, la elección, preparación y consumo de los alimentos, proporcionando al organismo lo que necesita para sentirse en condiciones óptimas. En otras palabras, aplicar el mindfulness a la alimentación.

Esta filosofía, pretende que tomemos consciencia de nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y exploremos en nuestros pensamientos y patrones de conducta, para desafiar a todo aquello que controla o pueda controlar los hábitos alimentarios. Lo que conlleva estar presente durante el acto de comer y no solo de cuerpo, también de mente. Resulta imprescindible que durante la ingesta de alimentos, se pongan todos los sentidos y atención a lo que se come: disfrutar del olor, la textura y el sabor, prestando atención a las señales y sensaciones que produce a nuestro cuerpo y mente.

Más que una dieta, una forma de alimentarse de por vida

Lanzarse a la aventura del mindful eating implica hacer algunos cambios. Empezando por realizar una revisión previa a la relación que se mantiene con la comida. Sabemos que actualmente y en la mayoría de los casos, en la alimentación prima la parte emocional. Dado que estamos sometidos a elevados niveles de estrés, lo más fácil es calmar los ánimos con alimentos poco recomendables. En parte, gracias al bombardeo de mensajes que asocian los alimentos poco saludables con el placer y la diversión que supone su ingesta.

Para iniciarse en esto del mindful eating o alimentación consciente, hay que entrenar. Una de las técnicas más utilizadas es la conocida como EVHA que vamos a proponer aquí. El objetivo de esta técnica no es otro que desarrollar algunas habilidades para implementarlas en la alimentación.

Empezamos por la “E” que hace referencia a las emociones, obviamente. Invita a averiguar si se recurre a la comida con objeto de cubrir una necesidad que puede ser el aburrimiento, el estrés o simplemente que lo tenemos delante, en lugar de hacerlo porque se siente hambre de verdad.

La “H”, corresponde a la palabra hambre. La técnica propone cuantificar a través de una escala, antes de comenzar y durante la comida, poniendo atención a la saciedad. Dejando de comer una vez se alcance el número seis que se corresponde con satisfecho. Poco después se alcanzará el número siete que se corresponde a lleno. La escala es la siguiente:

  1. Desmayado
  2. Hambre voraz
  3. Hambriento
  4. Ligeramente hambriento
  5. Ni hambriento ni lleno
  6. Satisfecho
  7. Lleno
  8. Muy lleno
  9. Hinchado
  10. Siento nauseas

Continuamos con la “V” de velocidad que recuerda que hay que comer poco a poco, saborear cada porción, masticar, disfrutar de la textura, el sabor y el olor de lo que nos estamos metiendo en el cuerpo.

Para concluir, la “A” de atención que pretende evitar el multitasking y centrar la atención en la experiencia en sí y los citados aspectos: olor, textura y sabor.

Esta técnica nace con la intención de adquirir unos hábitos nutricionales que ayuden a alimentarse bien de por vida. No se trata de una dieta. De hecho resulta muy eficaz en las personas que llevan mucho tiempo realizando dietas y aun así no han aprendido a llevar una alimentación saludable.

Vivimos en el error de creer en las dietas, siendo lo más habitual poner el foco en la restricción de calorías para mejorar la alimentación y utilizar la báscula como indicador junto a la pérdida de peso. Sin embargo, aunque a muchos les cueste aceptarlo, la evidencia científica demuestra que la mayoría de personas que realizan dietas restrictivas, recuperan el peso y suelen ganar más. Esto se debe a que no se siguen las pautas adecuadas y de poco vale estar una semana sin comer si después, comes el triple.

A corto plazo, las dietas con déficit calórico son efectivas. Funcionan, sin lugar a dudas y es lógico que así sea. Son matemáticas: si necesitas cuatro para mantener tu peso y comes dos, lo pierdes. No obstante, lo que realmente interesa es mantener esos objetivos en el tiempo y, hacerlo sin tener que poner en riesgo la salud o caer en el temido efecto yo-yo.

La alimentación mindful eating o consciente, no supone una dieta. No existen restricciones ni prohibiciones, salvo una: no ser conscientes de lo que se hace. Hay que poner toda la atención y cumplir dos requisitos básicos:

  • Incluir en la alimentación alimentos que nutran y aporten la energía necesaria.
  • No ser en exceso restrictiva. Es positivo que se permita de forma ocasional comer algo que apetezca sin más y atender a los compromisos sociales sin sentirse culpable o descontrolar en las porciones.

Más fácil imposible. No es necesario vaciar la despensa de lo insano y llenarla de cosas sanas. Basta con prestar atención y comer de forma considerada. Lo peor, está ampliamente demostrado, es la prohibición. En libertad, nos moderamos.

 

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