Los idiomas no las asignaturas que un niño adora estudiar. ¡Ni de lejos! De hecho, los idiomas entran dentro de esas asignaturas que nos parecen realmente pesadas y, ¿por qué no decirlo?, a cierta, inútiles. ¿Cuántas veces no habremos pensado la mayoría de nosotros que para qué nos serviría el inglés, si no vamos a salir de España?
Pues pensar así es un grave error, y es precisamente este pensamiento generalizado el que hace que nos sintamos perder el tiempo cuando nos enfrascamos en la ardua tarea de aprender un idioma nuevo.
A los niños cada vez les cuesta más estudiar y concentrarse
Quienes tienen hijos o trabajan con enanos lo saben de sobra: levantarlos, vestirlos y animarlos para ir al colegio o al instituto es una verdadera odisea.
Pero, ¿de dónde sale todo esto? Pronto te sorprenderás al descubrir que, la presión a la que sometemos a los niños con los estudios, tiene muchísimo que ver con el desánimo y con la enorme dificultad de atención que presentan hoy día… y cómo el mundo educativo requiere, con gran apremio, ¡una forma diferente de educar!
Vayamos por partes, no nos precipitemos.
¿Que los niños tienen mucha presión con los estudios?
Yo soy una persona muy polifacética y, gracias a eso, tan pronto me estudio unas oposiciones a la policía nacional, como que me meto en un instituto a dar clases, ¡como que me meto a redactar artículos de opinión!
¿Por qué cuento esto? Porque es precisamente gracias a esto que he podido ver las dos caras de la moneda. ¡Y podría decir que la moneda empieza a tener muchas caras!
Pongámonos, por un momento, en la vida de un niño de ocho años (que, repito, la he vivido como profesora, tanto de un instituto como particular): el niño se levanta a las siete y media y ocho (dependiendo de lo dormilón que sea) para entrar a las nueve en el colegio y que los papis se vayan a trabajar. Pasan allí seis horas y media y los papis lo recogen, de nuevo a las dos y media.
Ya, con esto, casi han alcanzado las horas de trabajo diarias de cualquier persona, que, “legalmente”, son ocho diarias. Pero su rutina no ha hecho más que comenzar: porque después de comer tendrán que hacer deberes de las seis asignaturas y tardarán, al menos, media hora por asignatura. Añádele a esto que tienen exámenes o trabajos que entregar en una semana, ¡y ya tienen todo el día más que hecho!
Pero, un momento… ¿cómo que todo el día? Pues sí, todo el día, y he sido testigo de ello: una niña de primero de la eso que, tras el instituto, me tenía a mí dos horas y media. Y, después de mí, le quedaban aún dos horas más de estudio por su cuenta porque tenía mil cosas que hacer.
¿Qué estamos haciendo? ¿De verdad es sano que un niño le dedique diez horas diarias a los estudios? Los niños tienen que estudiar… ¡y que vivir!
Además de estudios, actividades extraescolares
Actividades extraescolares, algo que muchas veces me provocan sarpullidos. Porque son lo más normal del mundo… hasta que sobrecargas a un niño con ellas.
Y sí, claro que es posible sobrecargarlos con ellas. A la rutina anterior, añádele que Jorge, que nunca ha suspendido nada porque es un chico muy aplicado, tiene inglés los lunes, miércoles y jueves y que, los martes y viernes, tiene dos horas de baloncesto. Añádele, además, que el fin de semana tiene conservatorio.
Pero vamos a ver, ¿cómo que inglés, baloncesto y conservatorio? No, no estoy exagerando, ¡estoy contando un caso real! Un niño ya tiene suficientes responsabilidades educativas como para añadirle, además, otras actividades fuera de su horario educativo. No me malinterpretes, soy de las que piensan que tener actividades que estimulen su cerebro y su creatividad es muy necesario… pero solo si estas actividades son un complemento, y no una responsabilidad más.
El niño necesita ser libre, como tú lo fuiste
Esto deriva en que un niño, sea de la edad que sea, necesita ser libre.
Cuando nuestros padres tenían diez años e iban al colegio, su horario lectivo se centraba única y exclusivamente a las horas que durase el colegio por las mañanas. Punto.
El resto del día, nuestros padres salían al parque con el resto de los colegas y se pasaban la tarde jugando a cosas que inventaban ellos, jugando con la pelota o con la bicicleta. Y llegaban a casa por la noche (a veces, tenían que traerlos de las orejas) sucios y con las rodillas despellejadas y sangrando… ¡pero felices!
Y es que una de las nociones básicas del ser humano es que hemos nacido para ser felices. No somos máquinas, no estamos programados para cumplir con un horario de actividades y, cuando llega la noche, nos desconectamos hasta el día siguiente.
Hemos nacido para seguir nuestras pasiones, nuestros anhelos, porque el ser humano necesita dejarse llevar por lo que le hace feliz sin cuestionarse las consecuencias de sus actos.
Solo lo indispensable, pero no exagerarnos demasiado con ello. Eso es trabajo de los padres, no de los hijos. Los hijos tienen que querer reírse, saltar y gritar, no tienen que preocuparse porque comerse ese trozo de tierra vaya a hacer que tengan una infección de caballo.
La educación pide a gritos un cambio
Como ya hemos dicho, si un niño entra a un centro escolar para estudiar y mejorar su futuro, y lo ve como entrar en una cárcel donde va a dedicar seis o siete horas a tragarse información que no comprende, sino que solo absorbe… el sistema escolar no funciona.
Sobre todo cuando hablamos del inglés, que es el idioma imprescindible para cualquier trabajo al que nuestros hijos quieran optar para su futuro. Todos sabemos que, hoy día, el mundo laboral está imposible a no ser que tengas inglés… y, por lo tanto, que nuestros hijos, desde muy temprana edad, le hayan puesto la cruz a un idioma tan necesario, es realmente preocupante.
Una de las cosas que has de entender es que un niño va a elegir su futuro en función de si le gusta o no le gusta, no de si le da dinero o no. Quiero decir que, si conseguimos que un chaval entre a clase de inglés sabiendo que va a pasar una hora de clase maravillosa, ¡es altamente posible que desee querer estudiarlo en un futuro más a fondo! ¿Quién sabe si, incluso, no se decide a querer seguir el paso de su profe, y dar él mismo inglés a otras personas?
Desde esta academia de ingles de primaria, nos informan que cada vez son más y más personas las que optan por prepararse esta oposición, la cual te prepara para dar clases de inglés en el ciclo de primaria (desde los seis hasta los doce año). Por lo tanto, es evidente que algo está cambiando, y que está cambiando para bien.
No miremos solo lo malo: la educación trae nuevos métodos que ayudan a los niños a estudiar
Los profesores de todas las edades se han adaptado a nuevos métodos de estudios para que los niños se motiven en las clases.
Antiguamente, solo disponían de pizarra con tizas y los cuadernos. ¡Y a veces ni pizarra! Pero, gracias a Dios, ahora disponemos de muchos elementos audiovisuales que nos ayudan a poder seguir la clase de forma más fluida y dinámica. Y, teniendo en cuenta el odio general que se le tiene a los idiomas, esto es un gran acierto.
Por ejemplo, las series. ¿Sabes que las personas aprenden más inglés viendo sus series favoritas subtituladas o jugando a videojuegos que yendo al instituto? Los profesores han aprendido que, gracias a cierto tipo de métodos diferentes, los alumnos prestan más atención que si simplemente les ponen la radio con conversaciones a sus alumnos. Por lo tanto, la televisión es un buen método para que esto mejore.
Al igual que las aplicaciones móviles. Puedes encontrar, en la actualidad, decenas de aplicaciones en forma de juegos que te enseñan vocabulario, gramática y conversación. Y, debido a que hoy día la mayoría de los alumnos siempre tienen un móvil, una tableta o un ordenador entre sus manos, este es un buen método para llegar hasta ellos.
También ha nacido la tendencia de los cafés como lugar de encuentro con personas que quieran practicar idiomas. Es decir, yo quiero aprender inglés y ese caballero de la mesa del fondo quiere aprender español. Es muy simple: me compro un café, converso media hora con él en inglés, y luego media hora en español. De esta forma, ambas necesidades se suplen y ambos salís ganando. Porque ten en cuenta que el 90% de un idioma es hablado, porque lo vas a usar, sobre todo, para hablar con extranjeros en su idioma (en tiendas, en restaurantes…).
También puedes viajar al extranjero. Porque es más sencillo aprender el idioma yéndote dos meses a ese país y forzándote a hablar el idioma todos los días que en el instituto. Y a todos nos gusta viajar, más o menos, pero nos gusta.
En conclusión:
Lo mejor para que un niño se decante por aprender un idioma es intentar metérselo de forma que le guste. No por obligación, no por responsabilidad, sino mediante juegos o cosas que le gusten. Teniendo en cuenta las limitaciones de que un niño necesita ser libre y jugar, podemos experimentar ciertos métodos en nuestros hijos para que se acerque más a un idioma tan necesario hoy día como el inglés.